El ‘establishment’ norteamericano está encerrado en su
propia trampa. Desde principios del siglo XX – si no antes – ha desarrollado
una economía de guerra que aparentemente ya no puede controlar. Durante la
primera mitad del siglo pasado alimentó con armas a los contendientes de la
primera y segunda guerras mundiales. Fue el mejor negocio del siglo, literalmente.
Todo el territorio del país de este a occidente, de norte a sur, se convirtió
en un gran arsenal de guerra. Impulsó el crecimiento capitalista interno y un
impresionante desarrollo social que sirvió – y aún sirve - de modelo cultural
hegemónico a escala global (‘The American Way of Life’).
La segunda mitad del siglo XX se inauguró con promesas de
paz y prosperidad, simbolizada con la creación de las Naciones Unidas y su
declaración sobre los derechos humanos. Los agentes-políticos del
‘establishment’ norteamericano descubrieron que sin la industria armamentista
en pleno apogeo la economía no crecía. De una vez buscaron y crearon un
enemigo: el Estado soviético y su supuesto afán expansionista. Levantaron ‘la
cortina de hierro’ en Europa e intentaron hacer lo mismo en torno a la nueva
República Popular China.
Washington tuvo un enorme éxito... temporal. Las invasiones
de Corea y Vietnam generaron enormes ganancias para los industriales
norteamericanos (entre 1950 y 1975). La ‘Guerra Fría’ mantuvo la carrera
armamentista en el primer plano gubernamental y de los medios. Al desaparecer
la Unión Soviética, a diferencia del resto del mundo que pensó que habría un
período de paz, el ‘establishment’ comenzó a buscar un nuevo enemigo al cual
hacerle la guerra. Unos propusieron los ‘carteles de las drogas ilícitas’,
otros los ‘estados fallidos’ y, finalmente, el ‘terrorismo islámico’. Después
de varios lustros, se impuso en los círculos de Washington, la guerra contra
las bandas de guerrilleros en el medio oriente formados por los aparatos de
inteligencia de EEUU (Al Qaeda, el Estado Islámico y otros).
El ‘establishment’ propuso una guerra ‘inteligente’ (smart)
para derrotar al supuesto enemigo. Era como jugar una partida de ajedrez o
dominó donde la misma persona mueve las fichas de ambos lados. Sin duda, hubo
bajas terribles en el esfuerzo por controlar todas las piezas del tablero: Las
torres gemelas, la destrucción de Libia, Iraq, Siria y Yemen. EEUU invertía en
su industria armamentista y Europa se beneficiaría con la mano de obra barata
de los refugiados. El juego no salió tan bien como se esperaba.
Las protestas a escala mundial crecieron y se puso en jaque
al ‘establishment’. Mientras tanto China comenzó a mostrar su nueva musculatura
y Rusia pretende recuperar sus pasadas glorias como potencia mundial. En Europa
también afloraron los movimientos nacionalistas financiados por los intereses
de los grandes industriales que cooptaron sectores cada vez más importantes de
los trabajadores. EEUU no es la excepción. Un conjunto de factores políticos
inesperados catapultaron al especulador Donald Trump a la Casa Blanca.
Trump, entre otras cosas, en su campaña denunciaba las
guerras ‘inteligentes’ y prometía hacer añicos a todos los musulmanes radicales
– no importa donde se encontraran - a punta de bombardeos sistemáticos. En el
poder, el mandatario continuó amenazando al mundo con declaraciones extremas.
Anunció que EEUU ‘tenía que comenzar a ganar guerras nuevamente’. La única manera de ‘ganar guerras’ es
crearlas.
En un discurso ante el Congreso norteamericano, reunido en
pleno, declaró que le iba a pedir un incremento de 40 mil millones de dólares
para el presupuesto de guerra. Es decir, un total de $600 mil millones para el
año fiscal de 2018. La suma invertida en las guerras superará todos los gastos
sociales del gobierno. Los gastos militares representan más del 15 por ciento
del presupuesto nacional. EEUU gasta más en
armas que los seis países que le siguen en orden de importancia (China,
Arabia Saudita, India, Gran Bretaña, Francía y Rusia). EEUU supera 20 veces el
presupuesto militar de Brasil.
¿Para que quiere tanto dinero el presidente Trump? Por un
lado, tal como lo anunció en el Congreso, ya identificó al enemigo: “He
ordenado al ministro de Defensa que destruya al Estado Islámico, una red de
salvajes... Trabajaremos para extinguir de la faz de la tierra a este villano
enemigo". Por el otro, en la Cena de los Gobernadores , Trump le prometió
a cada Estado ‘de la Unión’ fuertes sumas multi-millonarias de dólares para
dinamizar la industria armamentista y generar ganancias extraordinarias. El
gran ganador sigue siendo Wall Street.
9
de marzo de 2017.
No comments:
Post a Comment