Wednesday, December 27, 2017

2017: Corrupción de gobernantes y partidos deja su marca

En el escenario global, sin duda, la llegada de Donald Trump en enero de 2017 a la Casa Blanca en Washington marcó un hito que todavía se siente y que seguirá sintiéndose por muchos años. Trump se enfrentó inmediatamente con el ala dominante del gran capital norteamericano (establishment) y desató un populismo que aún tiene a muchos en las altas esferas inmersos en la incertidumbre. En la región latinoamericana, los gobiernos progresistas perdieron terreno y la intervención norteamericana favoreció a los sectores más retardatarios.
En Panamá las investigaciones en los casos de corrupción del gobierno que presidió Ricardo Martinelli (2009-2014) siguieron su curso con altos y bajos. Después de tres años de pesquisas el pueblo aún no sabe si los imputados serán enjuiciados y condenados. El mismo Martinelli está encerrado en una cárcel federal en Miami, EEUU, esperando la decisión de una corte que juzga los méritos de una solicitud de extradición del gobierno panameño. Se calcula que la corrupción que caracterizó el gobierno de Martinelli perjudicó al fisco panameño en más de mil millones de dólares. La empresa de la construcción brasileña Odebrecht encabezó el desfile de fraudes, sobreprecios y comisiones que involucró un ejército de funcionarios públicos.
A pesar de los escándalos, Panamá siguió siendo una plaza atractiva para los inversionistas en materia de logística. La economía creció en un 5.4 por ciento. El Canal de Panamá, las actividades portuarias y la industria inmobiliaria fueron los sectores más favorecidos. En cambio, el sector agrario e industrial decrecieron como consecuencia de las políticas neoliberales del gobierno. Las actividades empresariales recibieron subvenciones por aproximadamente 5 mil millones de dólares. Los sectores vulnerables del país recibieron desembolsos por 500 millones de dólares en forma de becas, apoyo a personas de la tercera edad y programas de vivienda social.
A fines de año se anunció que Panamá y la RP de China firmaron un conjunto de acuerdos que podrían representar una inyección económica al país sólo comparable con la construcción del Canal de Panamá entre 1904 y 1914. Los chinos proponen construir nuevos puertos, centros de acopio y almacenamiento, así como vías ferroviarias, centros turísticos y aeropuertos. El complejo tendría como objetivo convertir a Panamá en el centro de intercambio (Hub) entre China y América latina. Los chinos tienen planes precisos para cada área en que incursionarán. El gobierno panameño y los empresarios que lo componen aún no han preparado un proyecto y mucho menos un plan para aprovechar la propuesta china.
La falta de un plan de desarrollo nacional y la corrupción constituyen el sello que deja su marca sobre todo lo realizado por el actual gobierno y los que le han antecedido desde la invasión militar norteamericana de 1989. En 2017 la desigualdad social continuó creciendo en el país. Los pobres cada vez más pobres y los ricos siguen concentrando en pocas manos todas las riquezas. El gobierno publica estos resultados sintetizados en un llamado coeficiente de Ginni. Las promesas de agua potable para todos los panameños y ‘cero letrinas’ quedo en el olvido. Las ‘escuelas rancho’ siguen siendo la norma en las comunidades urbanas y rurales. Los programas de salud siguen subordinados a los intereses económicos de las empresas farmacéuticas y equipos médicos. No hay asomo de lo que en una época fue la ‘Salud igual para Todos’.
El pueblo panameño está en pie de lucha en los barrios, en las comunidades, en los campos y en los centros de trabajo. A diario salen a protestar en las calles y carreteras, donde se hacen visibles y son consolados por funcionarios públicos. Sus niveles de organización aún no alcanzan las alturas que le permitan enfrentar de igual a igual a los intereses económicos que monopolizan las fuentes de riquezas y las decisiones políticas. Esta realidad aparenta darle a los sectores políticos de las clases dominantes la seguridad de que pueden abusar de su poder relativo y continuar despojando al pueblo de sus derechos y riquezas.
En 2017 los sectores que monopolizan las riquezas del país anunciaron que si los partidos políticos no responden a sus necesidades buscarán otras vías para asegurar su control. Los sectores populares inscribieron un partido político – el Frente Amplio por la Democracia (FAD) - que se prepara para las elecciones de 2019. Cualquier alternativa política tendrá que enfrentar a la clase dominante neoliberal y también al poderoso gigante del Norte.
28 de diciembre de 2017.

Wednesday, December 20, 2017

Hay que reemplazar a los agónicos partidos políticos

Analistas y políticos han llegado a una misma conclusión: Los partidos políticos han entrado en una fase crítica que posiblemente no tenga retorno. Esta es una realidad tanto en Panamá como en otros países del sistema mundo capitalista. No estamos diciendo que los partidos políticos – como mediadores de la ciudadanía - han llegado a su fin. Afirmamos que en esta coyuntura la ciudadanía ha cedido toda su representación a intereses económicos altamente concentrados.
Todo indica que el sistema pasa por un período de transición. El capitalismo mercantil hegemónico hasta fines del siglo XIX dio lugar a la aparición de los partidos políticos modernos: Los partidos liberales y conservadores. El capitalismo industrial y sus magnates crearon los partidos ‘populistas’ y se apropiaron de los social-demócratas (socialistas). También generaron una fusión entre los partidos liberales y conservadores que desaparecieron en el siglo XX. Los industriales ‘populistas’ (demócratas en EEUU, social-demócratas en Europa y radicales renovadores en América latina) transformaron el espectro político incorporando de lleno a los trabajadores, mujeres y jóvenes a la dinámica política electoral. La crisis del capital industrial creó el espacio para el surgimiento del neoliberalismo. La nueva modalidad basada en la globalización de la economía y la desregulación del Estado, a pesar de su éxito en el mundo financiero, no ha tenido su contraparte política.
En la actualidad, los neoliberales se han apoderado de todos los partidos políticos tradicionales (del ‘establishment’). No han creado partidos propios. A su vez, algunos remanentes del ‘populismo’ industrial han tenido éxito arropados en discursos ‘nacionalistas’ que tratan de levantar el pasado como el mejor futuro (Trump, LePen y otros). La izquierda (con sus programas históricos de cambios comprometidos con los trabajadores) fue duramente golpeada por los neoliberales. En Europa casi no existe. En EEUU se levantó el fenómeno de Bernie Sanders que hay que ver como evoluciona. En América latina hubo una respuesta al neoliberalismo muy fuerte con países como Venezuela, Bolivia y otros a la cabeza. Sin embargo, la reacción neoliberal no tardó en responder con golpes militares, golpes parlamentarios e, incluso, triunfos electorales.
En 2018 se definirá en Panamá qué partidos participarán en las elecciones de mayo de 2019 con posibilidades de triunfo. A diferencia de las experiencias en el siglo XX, liberales y conservadores no serán los contrincantes. Los partidos panameños actuales compiten entre sí para ver cuál es el mejor equipado para ejecutar las políticas neoliberales que han logrado imponer los sectores económicos dominantes. Hay tres partidos que han llevado a la Presidencia sus candidatos en el marco del régimen surgido después de la invasión militar norteamericana en 1989. Los tres – Partido Panameñista, Partido Revolucionario Democrático (PRD) y Cambio Democrático – comparten un mismo programa de gobierno y principios políticos.
Privilegian las políticas que garanticen las inversiones extranjeras en el área del transporte marítimo y almacenamiento. Igualmente, promueven las inversiones en los sectores de turismo e inmobiliario. En los últimos 25 años han desmontado la agro- industria y el sector industrial. El 95 por ciento del PIB se concentra en el sector de servicios. Los tres partidos defienden la desregulación y la privatización. Los tres coinciden en que los acuerdos con la RP China – 500 mil millones de dólares en 20 años – no deben contribuir al desarrollo nacional.
Ideas que se acerquen a los conceptos de desarrollo y planificación deben erradicarse de los acuerdos con inversionistas interesados en usar la plataforma panameña.
El sector financiero que controla la economía panameña, en mancuerna con instituciones norteamericanas (BID, BM y FMI), garantizan que los partidos políticos tradicionales presenten candidaturas cónsonas con sus intereses. En este juego los partidos pueden fraccionarse, consolidar alianzas e, incluso, levantar consignas particulares (Asamblea constituyente, Salud para todos o Guerra a la inseguridad). Consignas que no tienen posibilidades de realizarse.
La izquierda panameña – que representa el cambio al régimen actual -  aún no presenta un programa que enfrente a los partidos políticos de la facción financiera. Carecen de los recursos para intervenir en una campaña que invertirá centenares de millones de dólares. La gran mayoría del 75 por ciento de los panameños que concurrirá a las urnas quiere poner fin a la corrupción política y sus consecuencias nefastas sobre la juventud. Quiere cambios. La izquierda tiene que encontrar – urgentemente - las herramientas para orientar a los panameños hacia la elección de alternativas no comprometidas con los sectores que especulan con las riquezas del país.
21 de diciembre de 2017. 

Wednesday, December 13, 2017

La crisis de la OMC, Trump y la desinformación

La IX Conferencia de la Organización de Comercio Mundial (OMC) concluyó bajo la sombra del proteccionismo del presidente Trump, sin resolver su crisis, expulsando a periodistas y provocando protestas. El gobierno huésped – Argentina – le negó acceso a 63 periodistas, representantes de ONG y observadores. La medida causó la protesta, incluso, de los gobiernos europeos y muchos latinoamericanos. La OMC representa los intereses de los gobiernos más poderosos del mundo que han desarrollado políticas que transfieren riquezas de las clases medias y bajas hacia los más ricos. El gobierno argentino prohibió que entraran al país, entre otras, a organizaciones como la red de Noticias Latinoamericanas ALAI, la Red Brasileña de Integración de los Pueblos (Rebrip), el Transnational Institut (TNI) de Holanda, Amigos de la Tierra Internacional, Siemenpuu (Finlandia), Derechos Digitales de Chile, Institute for National and Democracy Studies de Indonesia, People Over Profit de Filipinas y Global Justice Now! del Reino Unido. Ninguna de estas organizaciones tiene antecedentes de violencia. Las protestas contra la OMC han impactado la opinión pública mundial. En Seattle, EEUU, en 2007, salieron a protestar 60 mil personas. Se tomaron la ciudad del noroeste norteamericano para denunciar los objetivos antipopulares de los ‘libre-cambistas’ y ‘globalizadores’ encabezados por EEUU.
En Buenos Aires, el secretario de Seguridad de Argentina, Eugenio Burzaco, desplegó cuatro fuerzas represivas y otro tanto hicieron las autoridades de la ciudad. El gobierno argentino calcula que 10 mil agentes fueron movilizados para la conferencia de la OMC.  El operativo consistió en crear varios anillos alrededor del hotel donde se concentraron los delegados y otros puntos críticos que fueron objeto de represión. 
La periodista de ALAI, Sally Burch, fue expulsada por el gobierno de Mauricio Macri cuando llegó a Argentina. Todo indica que a Sally Burch se le negó la entrada al país por sus opiniones como periodista. Según un comunicado de ALAI, “estos actos de extrema hostilidad del gobierno argentino no son hechos aislados sino parte de una creciente campaña de violencia y represión a representantes de la sociedad civil, academia y movimientos populares en ejercicio de su legítimo derecho a manifestarse públicamente en América Latina”.  
El comunicado también se refiere a “la represión a los profesores, maestros y ciudadanos argentinos en los actos de protesta frente a las políticas económicas del gobierno Macri... La desaparición y muerte de Santiago Maldonado y la prisión arbitraria de Milagro Sala, son apenas algunos ejemplos de que estamos en una coyuntura regional donde prevalece la impunidad y la violación de los derechos humanos como política generalizada”.
  
El pronunciamiento de ALAI agrega que “en este contexto, el ejercicio del periodismo libre, la democratización de la comunicación, tanto en la producción de la información como en su distribución, la producción de conocimiento que desmitifica el discurso neoliberal, son amenazas extremadamente peligrosas para los proyectos neoliberales, en la medida en que visibilizan lo que los monopolios mediáticos esconden y tergiversan”.
Las protestas de Seattle hace diez años se han extendido a todas los continentes donde se reúne la OMC. Las protestas se centran en algunas consignas básicas como "No estamos contra el comercio internacional, estamos a favor del comercio justo y en contra del llamado libre comercio”. Otras consignas decían "la OMC acaba con la democracia", "paren la globalización corporativa" y "no al trabajo infantil".
En el caso de Seattle se reunieron por primera vez en décadas los estibadores, los obreros del acero, los empleados públicos y los ecologistas. Los estibadores sacaron consignas internacionalistas, los acereros sostuvieron que el movimiento obrero debía estar representado en la OMC, pero que si la OMC no cambiaba debía ser combatida. Los empleados públicos denunciaron los fundamentos de la nueva alianza: "el sistema transforma todo en una mercadería: un bosque en Brasil, una biblioteca en Filadelfia, un hospital en Alberta. Tenemos que darle un nombre a ese sistema: es el capitalismo corporativo".
El encuentro de la OMC en Buenos Aires siguió el patrón ya establecido. El ‘libre comercio’ se ha creado y se promueve para beneficiar al conjunto de los países ricos. La delegación del presidente Trump fue aún más radical.  Rechazó el ‘libre comercio’ e insistió en que el comercio mundial sólo era para beneficio de EEUU. La delegación norteamericana repitió su propia consigna: ‘EEUU primero’. El ‘libre comercio’ y ‘EEUU primero’ están muy lejos de las demandas populares que plantean la necesidad de un comercio justo que promueva la democracia.
14 de diciembre de 2017.










Saturday, December 9, 2017

“Fake News” o la lucha ideológica

Los medios masivos de comunicación son un fenómeno relativamente reciente. Con el invento del telegrama se dio un primer paso en la dirección de informar a las masas (grupos sin distinguir su posición o clase social) sobre acontecimientos que ocurrían en el mundo. El término mundo hay que calificarlo: Es el espacio que conocemos y que culturalmente nos es afín.

Todavía más de la mitad de la población de la tierra vive en un mundo pequeño, formado por su familia y comunidad. Pero una masa creciente – desde mediados del siglo XIX – vive en un mundo en permanente expansión: la provincia, la nación, el mercado internacional y, finalmente, el mercado mundial. Esta masa es la consumidora de los medios de comunicación masivos. Son miles de millones de personas en todos los continentes, atravesando fronteras, que reciben diariamente información de la más diversa naturaleza.
Es información procesada en cuestión de minutos, por profesionales de la comunicación altamente entrenados, que es desplegada a todos los rincones del planeta gracias a las redes electrónicas, informáticas y virtuales. La información puede ser presenciada en vivo desde cualquier punto del planeta. Gran parte de la información es predecible ya que los interesados lo anuncian de antemano: la conferencia de prensa de alguna personalidad, un encuentro deportivo decisivo o una elección política.
Cuando ocurre algo inesperado – terremoto, magnicidio o incendio – ya existen protocolos para darle el tratamiento correspondiente. Por ejemplo, en el caso de ataques fatales que tienen como objetivo crear inseguridad y zozobra (terrorismo), se le da mucho despliegue si las víctimas son de determinada región o país. En el caso contrario, apenas aparecen en las pantallas o en los periódicos (el caso, entre otros, de los palestinos, sarahuí o los pueblos indígenas de toda América.
Esta distinción entre qué es noticia y qué no es, ha tomado cierto auge en los grandes medios de comunicación masivos desde la elección del presidente Trump en EEUU. Se está hablando de “Fake News” (noticias falsas) como un fenómeno novedoso. En realidad, se hizo masivo hace siglo y medio para promover ventas de armas, construir obras públicas y otros negocios.
En esta semana se acaba de producir un golpe de Estado en Honduras y los medios no informan. La orden es no informar. Prefieren no informar a mentir. Es un ejemplo de ‘Fake News’. En Panamá los trabajadores (cerca de 6000) de la aerolínea COPA declararon una huelga y no aparecieron noticias al respecto. El año pasado, los trabajadores de la Cervecería Nacional detuvieron la producción hasta que los empresarios se sentaran a negociar y no fue informado al gran público que consume noticias.
La preocupación que existe en EEUU sobre el manejo de la información tiene una razón muy concreta: El presidente Donald Trump. Este personaje de las altas esferas del mundo especulativo de Manhattan (Nueva York) está cuestionando la veracidad de la información de los grandes medios masivos de comunicación de EEUU y Europa. Acusa a la oligarquía de esos países de manipular la información a su favor y suprimir los intereses de los demás capitalistas con intereses que no coinciden con los del ‘establishment’.
Trump lanzó el término ‘Fake News’ durante su campaña que lo llevó a la Casa Blanca en 2016. Lo hizo con mucho éxito. Mientras que los medios de comunicación insistían – y siguen insistiendo - en que la economía se recuperaba y los conflictos sociales aminoraban, Trump lanzó sus ataques virulentos contra los inmigrantes mexicanos, los musulmanes y los liberales. A los musulmanes los calificó de terroristas y a los liberales de izquierdistas. El ‘establishment’ norteamericano se percató un poco tarde de la acertada táctica de Trump. No fue hasta que Wall Street y la candidata demócrata, Hillary Clinton, perdiera las elecciones que despertaron.
‘Fake News’ (noticias falsas) es un instrumento en la lucha ideológica entre contrincantes. Lo utilizan los entrenadores de fútbol, generales de ejércitos y políticos desesperados. Trump sacó su tweeter y llevó a un nuevo nivel la lucha ideológica. Pero las bases sociales (grass roots) también ahora se comunican profusamente por las redes. Según Wall Street, tanto Trump como los grupos de base - ‘grass root movements’ - sacan noticias que califican de falsas. Sólo hay una manera de volver a monopolizar la información: la censura. En EEUU se estudia esta alternativa para controlar la comunicación digital y someterla a los intereses del ‘establishment’.

7 de diciembre de 2017.