La crisis
gubernamental panameña es difícil de resolver en la medida en que el sistema
político está diseñado para que funcione una especie de ‘alternabilidad’. Fue
creado por EEUU después de su invasión militar a Panamá en 1989. Se supone que
las fracciones de la oligarquía son estancos cerrados y que deben reemplazarse
cuando la oferta del gobernante se agota. El problema de Varela es que se agotó
muy temprano: Apenas por la mitad del camino (2 años y medio de un total de 5).
Lo
políticamente correcto en un sistema montado por la oligarquía, en un caso como
éste, es que el gobierno busque reforzamiento entre los partidos políticos de
la oposición. La fracción oligarca gobernante tendría que compartir los
beneficios de su gestión con la fracción que se pasa de la oposición a las
filas oficialistas. Todo indica que esta solución no es viable en estas
circunstancias. Es todo o nada.
Desde hace
27 años la oligarquía panameña ha gobernado alternando el poder y excluyendo a
los sectores populares. Los primeros diez años (1990-1999) fueron de ajuste
económico (bajo el binomio Pérez Balladares-Chapman). Después siguieron 8 años
(2000-2008) de crecimiento económico (sin desarrollo) como resultado del
traspaso de la administración del Canal de Panamá y el incremento progresivo de
los peajes del Canal. Los últimos 8 años (2009-2016) fueron marcados por los años
de más crecimiento (ampliación del Canal) y el declive al final. El ajuste
económico premió a la oligarquía – en su conjunto - y castigó severamente a los
trabajadores. Estos últimos perdieron muchos empleos, vieron deprimirse sus
salarios y desaparecer sus beneficios sociales.
Cada
quinquenio presidencial es recordado por los enfrentamientos sangrientos entre
trabajadores, empleados públicos, estudiantes, indígenas y las fuerzas del
orden. La desregulación y la flexibilización, así como los tratados comerciales,
han arruinado el agro y la industria. Los gobiernos oligarcas desde 1990 han
pregonado la falsedad de que Panamá es un país de servicios y no debe invertir
en el desarrollo económico del país. Con el discurso de la posición geográfica
y ‘pro mundo beneficio’, la oligarquía cooptó a las capas medias del país y
desorganizó a sectores importantes de los trabajadores.
En el
período mencionado, la oligarquía panameña ha contado siempre con la permanente
intervención de EEUU en los asuntos de gobernabilidad, así como en la política
económica (neoliberal) del país. En 2009 intervino para resolver un pleito
entre dos fracciones oligárquicas. En esta coyuntura la estructura
gubernamental está tan debilitada que una intervención es muy tarde. ¿Qué puede
hacer el neurocirujano-jefe (la Embajada de EEUU)? Las Fuerzas del Orden,
también corruptas – parte de la estructura gubernamental - cuentan con dos
destacamentos (Policía Nacional y Servicio Nacional de Fronteras) que pueden
dar una sorpresa siguiendo órdenes del neurocirujano-jefe.
En la
crisis actual hay sectores de las capas medias (denominadas sociedad civil),
con niveles de consumo más altos que los trabajadores, que demandan un alto a
la corrupción y un cambio de la ‘vieja guardia’ política. Ideológicamente,
están atrapados porque no pueden luchar por un retorno al pasado (militar) ni a
los discursos liberales y conservadores (agotados por la corrupción). Tampoco
pueden levantar un discurso hacia el futuro que ideológicamente no pueden
formular. Las capas medias son prisioneras de las promesas de la oligarquía.
Agotadas éstas, la sociedad civil sucumbe ante sus propias limitaciones.
La promesa
de los trabajadores también ha sido golpeada fuertemente. Hay sectores que
añoran el retorno al ‘torrijismo’ u otras formas de populismo. Como todo sueño
basado en el pasado es inútil, las propuestas se agotan rapidamente. Los
trabajadores y sectores populares que levantan banderas ‘progresistas’ también
se ven en una jaula con paredes muy angostas. Debido a la incesante propaganda
– por más de un cuarto de siglo – contra cualquier proyecto que implique la
construcción de un futuro que garantice bienestar social para los trabajadores,
no se han podido levantar consignas que entusiasmen a la juventud.
A pesar de
ello, Panamá cuenta con FRENADESO/FAD y el MIREN que son dos organizaciones
político sindicales con fuerte presencia, también en sectores de las capas
medias. La oligarquía panameña está conciente de esta realidad y prefiere
entenderse internamente antes de cederle espacio a los sectores populares. La
crisis de la oligarquía no puede resolverse con parches. Tiene que cambiar
totalmente las reglas que se impuso en el período 1990-2015 o colapsa. Las
alternativas no son muy claras en este momento.
23 de febrero de 2017.
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