Los 8 millones de venezolanos que
salieron a depositar su voto a favor de los candidatos a la Asamblea
constituyente representan un traspié contundente a las pretensiones golpistas
de los opositores (“guarimba”). Durante varios meses la oposición de extrema
derecha ha organizado manifestaciones diarias contra las instituciones
gubernamentales venezolanas. El gobierno de Nicolás Maduro contiene las protestas
sin liquidarlas.
El costo en vidas ha sido muy alto. A diferencia de otras
manifestaciones populares, las protestas de la derecha incluye el uso de la
violencia y tácticas que suelen tener resultados fatales. En tres meses han
muerto más de 100 personas, en su mayoría por ser sospechosas de militar en las
filas del chavismo. Cada día es más evidente que la mano ‘peluda’ detrás de las
manifestaciones y el financiamiento de los opositores tiene un origen
extranjero.
Los analistas norteamericanos que
alimentan la estrategia que desarrolla Washington en contra del pueblo
venezolano tienen una visión muy corto ´placista´. Actúan de manera similar a
sus antecesores en los casos de Cuba y Chile, ente otros. Entre 1959 y 1961,
los estrategas norteamericanos jugaron la carta económica contra Fidel y los
revolucionarios: El hambre. Decidieron bloquear la isla con la pretensión de
hacer pasar hambre a la población. Pensaron que el pueblo se sentiría frustrado
y se volcaría en contra de la Revolución. La táctica fracasó y EEUU decidió
organizar unas mal llamadas ‘brigadas’ para invadir militarmente la isla. La movilización de todo
el pueblo cubano contra los invasores hizo fracasar la aventura norteamericana
y, al mismo tiempo, consolidó la Revolución cubana.
En el caso de Chile, EEUU decidió
que tenía que poner fin a la experiencia socialista de ese país andino. Allende
había ganado las elecciones en 1970 y anunció que tomaría las medidas para
poner fin a la pobreza y la desigualdad social. Este plan fue rechazado por
Washington y la vieja oligarquía chilena que unieron fuerzas para acabar con el
gobierno de la Unidad Popular. Calcaron la táctica utilizada en Cuba diez años
antes, generando caos en la economía y creando escasez. El pueblo no se rindió
y los enemigos de Chile optaron por conspirar con los militares que dieron el
golpe de Estado más cruel del siglo XX.
EEUU sigue el mismo ‘texto’ en el
caso de Venezuela en 2017. Según los estrategas norteamericanos, primero hay
que ablandar la resistencia del pueblo venezolano, hacerlo pasar hambre,
incertidumbre y temor. Al mismo tiempo, hay que ‘satanizar’ a sus líderes,
crear un ambiente – incluso internacional – en que el presidente, los
ministros, los militares y todos los que están asociados con el gobierno sean
presentados como asesinos, traficantes y prófugos.
Para completar el círculo y
alcanzar sus objetivos, EEUU y los enemigos internos de Venezuela tienen que
mover dos fichas adicionales. Son difíciles pero en sus planes lo consideran
viables. En primer lugar, dividir las fuerzas armadas bolivarianas y crear las
condiciones para un golpe de Estado encabezado por los militares. En segundo
lugar, movilizar a la gran mayoría de la población venezolana para que ‘baje de
los cerros’ y aplaste al gobierno.
La movilización de votantes para
la elección de los constituyentes de la Asamblea el domingo pasado parece que
cerró ambas vías ideadas por Washington. El pueblo está con el gobierno y
rechaza a la oposición, compuesta – en gran parte - por los sectores
económicamente acomodados de las ciudades venezolanas. Hay que agregar que los
gobiernos chavistas (1998 – 2017) no le
han quitado privilegio alguno a estos sectores acomodados. Estos luchan – con o
sin razón – por el peligro que perciben: Que baje el pueblo de los cerros y les
expropien todos sus bienes. Es un temor que comparten todas las clases
acomodadas de América latina y del mundo entero.
Vivimos en sociedades de
desigualdad extrema. El temor entre los sectores sociales acomodados es
comprensible. Quizás no es real, pero existe en el imaginario, en lo profundo
de la subconsciencia. Hay una dualidad en la mentalidad de dominación. El
‘caracazo’ de 1989 que sacudió las estructuras sociales venezolanas fue un
estallido popular. La marea subió y bajó en cuestión de días. Pero la clase
dominante peridó la hegemonía. (A pesar de seguir siendo dominante). Han pasado
más de 25 años, la elección de una constituyente marcará un hito nuevo en la
historia venezolana. El pueblo chavista - organizado en los cerros -tiene la
última palabra. La lucha continúa.
3
de agosto de 2017
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