Las
campañas organizadas en torno a los candidatos a elección popular (o de otro
tipo) siempre han contado con apoyo económico proveniente de los sectores más
acaudalados y mejor organizados de la sociedad. Los análisis deben tomar en
cuenta el apoyo de los empresarios para comprender el triunfo o derrota de
cualquier candidato. En una sociedad capitalista, los empresarios que controlan
los mecanismos de acumulación de las riquezas son los más acaudalados
Los
capitalistas, sin embargo, tienden a dividirse en liberales y conservadores
(con esos nombres u otros). Los liberales piden cambios para beneficiar sus inversiones.
Los conservadores se oponen a cualquier cambio. A principios del siglo pasado,
los capitalistas más poderosos estaban estrechamente vinculados con el proyecto
de construcción del Canal y la política exterior de EEUU. A mediados de ese
mismo siglo, aparecieron los industriales, con las políticas que favorecían la
‘sustitución de importaciones’. Los agroindustriales tenían un mercado en EEUU
asegurado (la ‘cuota’ que todavía está vigente) y un mercado interno en
expansión. La crisis de este ‘modelo’ de crecimiento trajo una variante
neoliberal-conservadora que promovió la desregulación y la flexibilización. Desapareció el mercado interno y se
promovió una llamada ‘globalización’. Más importante, la nueva fracción
capitalista que se apoderó de la sociedad se vio favorecida por la
transferencia del Canal de Panamá al gobierno panameño por parte de EEUU en
1999.
Cada uno de
estos períodos tuvo un sector social dominante, vinculado a la expansión de la
economía capitalista. A principios del siglo XX los liberales dependientes de
la relación con EEUU. A mediados del siglo, los industriales bajo la dirección
de los ‘liberales renovadores’ y los militares. Después de la invasión militar
norteamericana de 1989, se afianzó en el poder político una fracción del
capital bancario (financiero). La fracción financiera se hizo notoria cuando en
1987, en medio de la crisis provocada por el rompimiento de EEUU con el general
Noriega, los intereses bancarios que habían sido parte de la alianza
cívico-militar (Partido Revolucionario Democrático – PRD), fundada por el
general Torrijos en la década anterior, rompió con el régimen. La cabeza del Frente Empresarial del PRD se
fue a Washington a sumar sus fuerzas a la desestabilización del gobierno
militar.
En las
elecciones de 1989, el sector financiero unificado se enfrentó al debilitado
sector industrial. La derrota de la fracción industrial que apoyaba al régimen
militar, señaló la nueva hegemonía de los banqueros. En 1994 el sector
financiero se dividió a la hora de apoyar a los diferentes candidatos a la
Presidencia. Con un agónico 33 por ciento de los votos, Ernesto Pérez
Balladares ganó, con un apoyo significativo de una fracción de los intereses
financieros. Lo interesante de estas elecciones fue la decisión del capital
financiero de abandonar a los partidos Demócrata Cristiano y MOLIRENA. Sólo
quedaron como alternativas el Partido Panameñista (Banco del Istmo) y el PRD
(un sector importante del Banco General). En las elecciones de 1999
(Panameñista) y 2004 (PRD) ganan los candidatos que respondían a los intereses
de los bancos mencionados.
Las
elecciones de 2009 dieron un giro inesperado. Ante la frustración de los
banqueros que no veían políticas claras por parte de sus candidatos, cedieron
ante el impulso de Ricardo Martinelli y la Embajada de EEUU. En 2014 un sector
decisivo de los banqueros se comprometió con la candidatura de Juan C. Varela.
Abandonaron tanto al PRD y su candidato, Juan C. Navarro, como a la alternativa
que levantó el entonces presidente Martinelli.
Las
elecciones de mayo de 2019 están a la vista y no se ven candidatos claros, con
aspiraciones, entre los tres partidos vinculados al sector financiero. La banca
panameña nuevamente se encuentra en un impasse. No tiene una posición clara
frente a los aspirantes de los partidos políticos. Ya lanzó su candidatura por
la libre postulación una figura que es bien vista por una importante fracción
de la banca panameña. Sin embargo, la falta de una máquina partidista le resta
muchas posibilidades. Sólo le queda el colapso del sistema partidista. Esta
alternativa es peligrosa para los intereses más conservadores (finanzas) en la
medida en que le abre las puertas a otros candidatos independientes no
comprometidos. Todavía más peligroso, puede crear las condiciones para la
convocatoria a una asamblea constituyente sin la participación de los partidos
políticos. Se abrirían las puertas a los sectores más radicales de las capas
medias y a las organizaciones populares.
26 de octubre de
2017.
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