La campaña política con miras a las elecciones presidenciales de mayo de 2019 aún no arranca. En el pasado, para estas fechas, los partidos tradicionales ya habían lanzado sus candidatos y pre-candidatos quienes buscaban las mejores posiciones para consolidar sus aspiraciones. Usualmente, gana la candidatura el político con mayor ‘carisma’, con las finanzas más ‘boyantes’ y con el respaldo de la Embajada de EEUU.
El orden de
importancia de los factores es el inverso al expuesto más arriba. La Embajada
de EEUU siempre apoya el candidato que se inclina con más entusiasmo hacia la
política de Washington. (Esta realidad no es exclusiva de Panamá). Los informes
políticos de los agentes norteamericanos son tomados muy en cuenta por EEUU. En
2009, la candidata del Partido Revolucionario Democrático (PRD) fue vetada por
la Embajada que no consideró a Balbina Herrera de su confianza.
Por el lado
financiero, los tres partidos de la elite panameña – el Partido Panameñista (en
el gobierno actual), el Partido Cambio Democrático (2009-2014) y el PRD
(2004-2009) – han logrado establecer una base financiera que aparenta solidez.
El poder económico en Panamá está distribuido en el sector bancario, logístico
e inmobiliario. Siguen según su importancia los empresarios comerciales,
agroindustriales e industriales. Los partidos tradicionales necesitan el sector
financiero, pero éste – en cambio - no depende de esas organizaciones
políticas. En las últimas elecciones (2014) se especula que un magnate de las
finanzas, quien también está vinculado al gran capital logístico y comercial,
contribuyó al triunfo del actual Presidente de la República.
La falta de
figuras políticas que puedan convencer a los sectores que conforman el poder
económico del país explica la falta de entusiasmo por parte de los medios de
comunicación para agitar candidaturas. Recientemente el Tribunal Electoral
logró aprobar una ley que reduce la campaña formal a unos pocos meses. Eso no
quiere decir, sin embargo, que no se pueda iniciar una campaña que levante el
perfil de los candidatos que se consideran más ‘carismáticos’. Nadie nace con
carisma. El carisma se construye. Los ejemplos más emblemáticos durante el
siglo XX fueron el presidente Belisario Porras, quien hace cien años llegó a la
Presidencia sobre la base de su liderazgo durante la Guerra civil de los Mil
Días. También Arnulfo Arias triunfó en 1940 por su arrojo durante el golpe
civil de 1931 que lo catapultó en los ojos del pueblo panameño. Igualmente,
Omar Torrijos logró encabezar un movimiento nacionalista gracias a las
negociaciones exitosas frente a EEUU (1977) que culminó con la desaparición del
enclave colonial y la transferencia del Canal de Panamá.
La elite
panameña actualmente no tiene figuras carismáticas. Han tratado - con
resultados negativos – de levantar perfiles asociados a la invasión militar de
EEUU de 1989. Ya han salido a la palestra algunos candidatos a la Presidencia
que se declaran independientes (no vinculados a los partidos políticos
tradicionales). Los independientes con más posibilidades basan sus propuestas
en la corrupción que identifica a los partidos de la elite panameña. Creen que
el pueblo está cansado de los abusos de los partidos políticos y se volcará a
favor de un candidato ‘sin tachas y honesto’. Pero incluso los candidatos
independientes tienen que tener el aval de la Embajada, un respaldo económico y
carisma. Quizás hay algunos con uno de los atributos mencionados pero le faltan
otros.
En 2014 se
lanzó Juan Jované como candidato independiente sobre la base de su carisma y
honestidad, con un programa popular. Pero le faltaron los otros factores.
Jované habría instaurado un gobierno con un plan de desarrollo nacional y
erradicando la corrupción. La propuesta que sin duda era la mejor no encontró
eco entre la elite del poder y mucho menos en la Embajada. En 2019 volverá a la
palestra el Partido Frente Amplio por la Democracia (FAD), que levanta como
bandera las luchas sindicales y campesinas (sin excluir a las estudiantiles) de
los últimos 70 años. El discurso del FAD no logra penetrar la coraza que la
oligarquía panameña ha construido en torno a los sectores populares.
Los
partidos tradicionales, sacudidos por los escándalos de corrupción, carecen de
un plan de gobierno desde hace 25 años. La elite ahora tiene la esperanza de
que los chinos traigan dinero fresco. El pueblo panameño, sin embargo, no
quiere promesas de dinero. Quiere un gobierno con un plan que garantice
desarrollo y empleo decente (formal) para todos los trabajadores.
12 de octubre de 2017.
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