Se cumplió un mes desde el encarcelamiento del
presidente Ricardo Martinelli (2009-2014) en Miami, Florida, EEUU. Martinelli
no está sólo en su celda del Edificio Federal de Miami. Junto con él están las
conciencias de los gobernantes panameños de los últimos 25 años. La diferencia
entre el expresidente y sus homólogos es una cuestión cuantitativa. Martinelli,
según sus allegados, celebró con bombos y platillos el día en que anunció que
era un ‘billonario’.
Martinellu está detenido esperando el dicatamen en un
juicio de extradición que solicitaron las autoridades panameñas. Se presentaron
documentos al gobierno de EEUU que involucraban a Martinelli en los ‘pinchazos’
de los teléfonos de sus opositores políticos mientras gobernaba. Si el juez
dictamina que Martinelli debe regresar a Panamá para enfrentar la justicia, su
expulsión no es automática. El presidente de EEUU y su secretario de Estados
tienen la última palabra. Si estos consideran que no es conveniente - por
razones de ‘seguridad nacional’ - entonces ellos pueden descartar el dictamen
de la justicia y Martinelli se queda en EEUU. Existe un convenio de extradición
entre los dos países desde 1904.
La política priva sobre la justicia. ¿Qué
probabilidades existen que el presidente Trump decida hacer caso omiso de una
decisión judicial contraria a los intereses de Martinelli? Casi ninguna.
Martinelli es el epítome de la sociedad panameña del
siglo XXI. Sin duda, es una sociedad que debe cambiar radicalmente. Después de
la invasión militar norteamericana de 1989, la derrota del proyecto nacional
creó las condiciones para que una oligarquía se apoderara de los aparatos del
Estado. Bajo el manto del “Consenso de Washington” y con la guía de la Embajada
de EEUU, puso la maquinaria gubernamental al servicio de su enriquecimiento.
Privatizaron las empresas públicas más rentables, eliminaron empleos y
redujeron salarios, así como aumentaron
los subsidios para los ricos y abandonaron
el sistema educativo, los servicios de salud y la seguridad de la
población.
En 2000, el gobierno
panameño recibió la administración del Canal de Panamá que ha sido fuente de
ingresos antes inimaginables. En esta coyuntura, Martinelli probó su suerte
política en el gobierno aliándose al Partido Revolucionario Democrático (PRD) y
después con el Partido Panameñista. La experiencia le sirvió para fundar su
propio partido – Cambio Democrático – y lanzar su candidatura en 2004 (sin
éxito). Al igual que los otros partidos oligarcas, su único objetivo era llegar
al poder político para asaltar el erario público.
En 2009 Martinelli volvió a lanzar su sombrero al
ruedo político. Con la abierta intervención de la Embajada norteamericana tuvo
mejor suerte. Su alianza con los ‘panameñistas’ le dio la victoria. Con tasas
de crecimiento del PIB nacional, que promediaban el 8 por ciento anual, el
equipo de Martinelli puso manos a la obra. Pareciera que no había iniciativa
gubernamental que no se convirtiera en un negocio.
Para neutralizar a la oposición política, desde el
Palacio presidencial, le pidió ayuda a la Embajada de EEUU para pinchar los
teléfonos de sus enemigos. Las solicitudes fueron documentadas en correos
electrónicos que Wikileaks hizo públicos junto con otros materiales que
denunciaban la injerencia de la Embajada norteamericana. Su futuro depende
ahora de la decisión del juez en Miami. ¿Tiene la evidencia suficiente para
dictaminar su entrega a las autoridades panameñas?
La justicia no es ‘ciega’ en EEUU. Hay muchos
intereses políticos e, incluso, económicos que están en juego. Los fiscales
norteamericanos han recabado evidencias que asocian a Martinelli con delitos
que pueden ser enjuiciados en EEUU. Si a Washington le interesa utilizar a
Martinelli como pieza para algún movimiento político, pueden acusarlo y
someterlo a un proceso legal en ese país. Mientras más demora la decisión del
juez federal del sur de Florida para extraditarlo, más tiempo le da a los
fiscales norteamericanos para presentar su caso contra el expresidente
panameño.
Martinelli tiene una carta política que puede jugar
como resultado de su encarcelamiento en EEUU. El magnate de supermercados ha
anunciado que pretende regresar a Panamá para ser candidato a la Alcaldía de la
ciudad capital en 2019. Esta postulación serviría como trampolín para competir
en las elecciones a la Presidencia de la Republica en 2024.
El periplo en Florida le puede servir para
presentarse como víctima de los atropellos sufridos en EEUU y conmocionar a los
votantes con su versión de las injusticias que conoció dentro de “las entrañas
del monstruo” que pudo vencer.
14 de junio de 2017.
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