En
el caso de Panamá los sectores capitalistas dominantes no son concientes de que
la ideología y políticas neoliberales ya se superaron. Pruebas internacionales
al canto: Trump, Brexit y el estancamiento global. El llamado ‘consenso de
Washington’ se sumergió en un pantano del cual nunca reapareció. Los
especuladores y quienes despojan el país de sus riquezas creen que el
neoliberalismo sigue siendo un buen disfraz ideológico para sus abusos. El
problema no es sólo de la clase gobernante – en el poder desde la invasión
militar norteamericana en 1989 -, también afecta a los demás sectores del país.
¿Qué
se entiende por neoliberalismo? Comencemos por lo más sencillo, ¿qué es
liberalismo? Es el ‘libre comercio’. Es la ideología que promovía la libertad
de la circulación de mercancías en un Estado, eliminando el cobro de tributos
por parte de los terratenientes y también de la Iglesia. Esta conquista de los
capitalistas fue alcanzada en muchos casos en el siglo XIX y en otros en fechas
más recientes. El neoliberalismo da un paso adicional. En la lucha por liberar
el flujo de mercancías, quedaron regulaciones, empresas públicas y conquistas
laborales. Igualmente, el ‘libre comercio’ se volvió un objetivo global,
cruzando fronteras nacionales. El neoliberalismo pone fin a todos los residuos
mediante la desregulación, flexibilización de los trabajadores y privatización
de las empresas públicas. También promueve tratados de libre comercio.
El
neoliberalismo como política se quebró con la llamada ‘gran recesión’ de 2008
que provocó una crisis de acumulación capitalista cuyos efectos aún se sienten,
especialmente en EEUU y Europa. El sistema capitalista fue rescatado por una
transferencia de fondos públicos (de los trabajadores) de millones de millones
de dólares a los monopolios de la banca y de la gran industria. La transición
hacia el post-neoliberalismo se estancó a mitad de camino. La economía
capitalista centrada en los países más desarrollados no puede seguir estancada
en forma indefinida. Por un lado, los sectores más ‘conservadores’ insisten en
mantener sus posiciones ideológicas defendiendo el neoliberalismo. No se han
dado cuenta que no existe. Por otro lado, las fuerzas ‘progresistas’ plantean
la urgencia de socavar las políticas neoliberales. Pero ni uno ni otro son
capaces de presentar alternativas.
Los
sectores reaccionarios en Panamá insisten en decir que es necesario disminuir
el tamaño del gobierno, de reducir los salarios de los trabajadores y darle más
subvenciones a los empresarios. Tienen más de 25 años diciendo lo mismo y la
estructura política económica del país sigue hundiéndose. Esta no es la solución.
Los
gobiernos panameños desde el presidente Endara (1989) hasta el presente, han
logrado privatizar casi todos los servicios públicos. La privatización más
dañina fue la ley 51 de 2005 que privatizó los fondos de jubilación del seguro
social. Los que fueron incorporados al llamado sector ‘mixto’ (seguros
privados) se darán cuenta de la estafa al no recibir sus pensiones
“individuales’ en la próxima década.
En
la actualidad, el gobierno del presidente Varela hace esfuerzos para privatizar
el servicio de agua potable del país. Los monopolios internacionales que están
a la espera del anuncio de la concesión exigen que el Instituto de Acueductos y
Alcantarillados Nacional (IDAAN) ofrezca condiciones más favorables. Están
interesados, sobre todo, en comprar las fuentes de agua, para monopolizar el
acceso al precioso líquido. Es probable que estén trabajando en un acuerdo
similar al existente con la producción, trasmisión y distribución de la energía
eléctrica privatizada hace dos décadas. En el caso del agua se crearían tres
tipos de empresas. La primera sería la concesionaria de las fuentes de agua
(los ríos), la segunda sería las plantas procesadoras del agua potable y la
tercera la distribuidora a las industrias y hogares.
Las
privatizaciones, desregulaciones y flexibilización no constituyen soluciones.
Son precisamente el problema. ¿Cuál es la alternativa? Panamá tiene una ventaja
sobre otros países. Desde 2000 cuenta con los ingresos provenientes de su
posición geográfica privilegiada (Canal, puertos y otras) que le permiten
invertir en el desarrollo de todos sus recursos nacionales (especialmente el
recurso humano). Entre principios de este siglo y 2016 el producto interno
bruto del país se multiplicó por diez. En 2016 llegó a los 57 mil millones de dólares.
Si
la pequeña elite que se amarra al poder político (y sus enormes beneficios) no
es capaz de diseñar una estrategia para la transición hacia el
postneoliberalismo, es necesario que otros sectores lo hagan con energía y
rapidez.
25 de mayo de 2017.
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